Violines desafinados, mal tocados y sinfonías mal interpretadas, me decían ¿qué haces aquí?¿No ves que esta música no te gusta? Vete. Algunas violas con el mástil arqueado me pedían que me fuera a otra sala, que había bandas que tocaban música más afín a mí. Timbales sin ritmo, contrabajos con alguna cuerda menos, trompetas abolladas y un director sin batuta, todos coincidían: vete, vete me gritaban al unísono. Pero el instinto me hizo esperar, hablando se entiende la gente y era cuestión de ponerlos a todos de acuerdo, hasta que apareció la saxofonista, cabreada, como siempre, ella quería tocar pero los demás instrumentos no la dejaban concentrarse y se dejaba llevar. Hablamos, le dije lo que había visto, desde fuera se ven mejor las cosas y todos esos músicos ineptos me habían hecho salir de allí para verlo como un espectador más, pasó una hora, otra hora, nos enlazamos en ritmos y melodías armoniosos y acabamos interpretando la sinfonía orgásmica de Amorus Bellus, cuando todo aquello acabo, porque todo tiene su fin, la saxofonista volvió con las ideas claras, las expuso a Sus compañeros de fatigas y aquello empezó a sonar como suelen hacerlo las orquestas. Yo seguí allí, me sentía bien. Así era como a mí me gustaba escuchar este tipo de conciertos que te enganchan.
También disponibles MIERDA, más intimista aún, sobre la naturaleza del ser, y BORREGOS, una crítica agria a la gente de nuestra generación.
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